Bendita rutina

He preferido reposar un poco el análisis del partido de ayer, más que nada para intentar aplacar cualquier atisbo de tirar de tripa o de corazón, pero me da que no va a ser posible. Ver a España ganar 47-9 a Bélgica no debería dejar aflorar ningún sentimiento, porque la normalidad nunca incide en el estado de ánimo, a no ser que, como ayer, uno venga de una anomalía que hace que la rutina sea más que deseada. Ayer en la grada del Central comentaba a quienes me acompañaban que había visto con mis ojos el récord de anotación, todavía vigente, de cualquier partido jugado por España. Ni los cruces contra Andorra o Moldavia: no; me refería al 77-0 del España-Bélgica de 1996. Para no tener que remontarse hasta hace tanto, la última visita de los belgas se saldó con un 30-0. Esa hubiera seguido siendo la rutina, la tónica medianamente normal de los enfrentamientos entre ambas selecciones (hasta el año pasado, solo una derrota) si no hubiera existido esa anomalía del 18 de marzo de 2018 en Bruselas, como cuando un cardiograma indica que ha habido un pequeño soplo, aunque éste tuviera casi más consecuencias de coma inducido. No me refiero a las sanciones, ni a las decisiones de World Rugby, si no al partido aquel en sí mismo.

Sin embargo, los Leones parecen haber pasado página a aquella infamia y ayer demostraron seguir a lo suyo, ya casi sin mirar atrás más que para cerciorarse de que van por el buen camino. La historia vino a ser un poco la misma de hace dos años: dominio prácticamente absoluto de una España que marcó siete ensayos y que se llevó el bonus que necesitaba para consolidarse en la segunda plaza del Campeonato de Europa, clasificación que certificará si gana a Alemania en la última jornada. Hubo fallos de concentración en la mitad belga que provocaron los golpes de castigo saldados con los nueve puntos que se llevaron los visitantes, pero que prácticamente fueron anecdóticos en la valoración final. También se vio que las melés siguen sin funcionar del todo bien, algo de lo que dio cuenta el seleccionador belga que pedía a gritos y con aspavientos melé cada vez que se producía un golpe cerca de la marca española. El partido fue a ratos bronco, con episodios de provocación, como si aquellos jugadores belgas que repetían plato se estuvieran riendo todavía de aquel episodio de hace un año.

Y, sin embargo, ahí estaban las ganas y el juego, cada vez más asimilado, que caracteriza a esta nueva etapa de los Leones: un maul excelente con altísima rentabilidad, un juego de líneas muy dinámico y una defensa portentosa que más de una vez evitó males mayores. Otra nueva formación en el 9 y el 10, con el esperado debut de David Melé, recordó que España puede ser versátil en su juego de medios; y Linklater, que ya está cerca de convertirse en el mayor anotador histórico del XV del León, volvió a recuperar la puntería y el juego que siempre le ha caracterizado, siendo de los jugadores más relevantes ayer. En la parte más emotiva se retiró de la selección Sébastien Rouet, al que el Central rindió un más que merecido homenaje al ser sustituido durante el encuentro, tras 22 servicios al León, celebración de la que fueron testigos en la grada los jugadores que no fueron convocados pero que disputaron el partidito de marras de hace un año. Por si no hubiera habido suficiente emoción, el público del Central y los jugadores volvieron a demostrar, con una muestra exquisita de deportividad al ser retirado Maxime Ghion en camilla tras sufrir una escalofriante rotura de tibia, que esto es rugby y no es política de bajos fondos. Santos lo dejó caer en la posterior rueda de prensa, nosotros tenemos que ir a lo nuestro y hacerlo de la mejor manera. Y en eso estamos.

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